Querido/a Amigo/a:
Envío el breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
"¿Cuántas veces tendré que perdonar? ".
Como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno.
Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que serán enviadas luego a todo el grupo.
Mäs ABAJO, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
"Si tu hermano te ofende".
Un abrazo.
Bernardino
bernardinozanella775@hotmail.comLectio: Domingo 24 del Tiempo Ordinario Ciclo A 11 de Septiembre
¿Cuántas veces tendré que perdonar?
La investigación de la humanidad sobre el misterio de Dios ha conocido muchos caminos: de la elaboración filosófica y teológica, a las formas de magia, las experiencias de fe, la contemplación mística. Pero el camino más transparente y luminoso para el conocimiento de Dios es la enseñanza y la vida de Jesús. Y la característica más íntima de Dios, que Jesús nos revela, es su misericordia. La manifiesta en todos sus gestos y sus palabras.
Nuestro conocimiento de Dios...
no tiene como finalidad tener más información y más datos sobre su identidad. Lo poco que podemos alcanzar saber de Dios es para que experimentemos su relación con nosotros y para que esta relación nos ayude a transformar nuestra vida, para que sea siempre más parecida a lo que él es. Y si una característica principal de Dios es la misericordia, nosotros estamos llamados a reconocerla con un corazón agradecido y a reproducirla en nosotros mismos.
Este es el mensaje del evangelio de san Mateo 18, 2135 :
Se acercó Pedro y dijo a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?" E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermano
Pedro hace una pregunta a Jesús,
orientando también la respuesta: “¿Cuántas veces tendré que perdonar?”. Hay una madurez en esta pregunta. Ya no se habla de castigo, de venganza por la ofensa recibida. Ni se exige como condición el arrepentimiento del hermano autor de la ofensa. Pedro quiere sólo conocer la medida del perdón: “¿Hasta siete veces?”. Y la respuesta de Jesús es increíble: “Hasta setenta veces siete”: una medida sin límites.
¿De dónde saca Jesús esta medida?
La parábola hace ver, a través de la imagen de “un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores”, como es Dios. Frente al servidor que invoca misericordia por una deuda imposible de pagar, “el rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda”. Así es Dios. No hay deuda o falta que no pueda encontrar su misericordia. Dios tiene “entrañas” de misericordia.
Una vez conocida y experimentada la misericordia del rey, el servidor está llamado a reproducir en su vida esa misericordia y a ofrecerla a su compañero. Es lo que el servidor de la parábola no quiere hacer.
La terrible conclusión no quiere presentarnos...
una imagen de un Dios castigador y violento. Sería contra su verdadera naturaleza. Y no se puede pensar que la misericordia de Dios esté condicionada y dependiente de la nuestra. Quiere sólo decirnos cuál es el camino que tenemos que seguir: “¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?". No es posible conocer este aspecto más propio de Dios, que es la misericordia, experimentarlo en nosotros mismos, y no extenderlo a los demás. Recibir misericordia y no ofrecerla es echar a perder la vida, como nos dice la parábola con imágenes tan duras: “Indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos”.
Por supuesto, la capacidad de perdonar “hasta setenta veces siete” no significa ninguna tolerancia o complicidad con el mal. Hace falta una gran sabiduría y fortaleza para oponernos firmemente, con todas nuestras fuerzas, al mal, en nosotros y en la sociedad, y en el mismo tiempo abrir el corazón a una misericordia que es el don más grande que podemos recibir y ofrecer. “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”.
Comentario DEL PASADO DOMINGO OSM 2011
El Señor me ha ido mostrando, que el rencor hiere al que lo sufre, que es mejor dejarlo todo en sus manos, aunque en el primer momento nos incomodamos, perdemos la calma; me ha ayudado mucho entregarle todas las cosas que me incomodan, sin pensar en ellas y al rato todo vuelve a la calma y tranquilidad de mi alma, porque de todo lo que nos ocurre, Él quiere sacar un mejor bien y desea que mortifiquemos nuestro orgullo que tanto mal nos hace, porque no somos perfectos y a veces los demás son mucho mejores que nosotros.
Es necesario muchas veces saber callar, porque siempre el Señor se encarga y enmienda los pasos y lo soluciona a su manera en el momento más propicio y todo será para el bien de todos.
Orar por el otro me ayuda, a que el Señor con su infinita misericordia entre en mí y sea capaz de perdonar y reflexionar de cuantas veces Él me ha perdonado, de todas las veces que lo he ofendido, me enseña a ponerme en el lugar del otro y a tratar de comprender lo ocurrido. Porque todo tiene para el Señor una causa segunda, que Él se encargara de develar con el tiempo.
María Teresa, Santiago – Chile
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Personalmente pienso que una de las cosas más difíciles del ser humano, es perdonar... pero quiero decir, por experiencia personal, que solo Dios Padre Uno y Trino, es quien nos ayuda a llegar a ese perdón. Solos no podemos. Nuestro amor humano es demasiado limitado. Necesitamos que Dios nos muestre, a través de su amor que limpia las heridas, cómo llegar a amar a alguien que nos ha hecho daño. A veces es un proceso largo, como todo camino que se toma si uno sigue a Jesucristo... pero él es el único que con su amor, nos ayuda a llegar a perdonar. Y cuando se llega a ese estado, llega la paz de Cristo... y llega el perdón y el olvido...
Lorena, Santiago – Chile
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Lo que me llama la atención en lo que nos dice Jesús, es que es difícil ser cristiano solito.
Hay que estar entre por lo menos dos, para que Jesús esté presente. Hay que seguir su ejemplo en convivencia humana, a pesar de todas las diferencias y dificultades. Hay que formar comunidad, apoyándose y corrigiéndose mutuamente. Hay que respetar la libertad de cada uno, "perdonando a los que nos ofenden", construyendo su Reino con pan para todos. Los más alejados de la comunidad, sea por lo que hacen o lo que dicen, tanto los de arriba como los de abajo, merecen una atención preferencial de la comunidad y sus miembros.
Gilberto, Oruro – Bolivia
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