Querido/a Amigo/a:
Envío un breve comentario sobre el evangelio de este domingo:
Un Dios “injusto”.
Como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que luego serán enviadas a todo el grupo.
Más ABAJO, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
¿Cuántas veces tendré que perdonar?, y sobre la Virgen de los Dolores.
Un abrazo.
Bernardino
Lectio: Domingo 25 del Tiempo Ordinario - Ciclo A - 18 de Septiembre
Un Dios “injusto”
En nuestra sociedad hay muchos factores de división: la raza, la ideología, la religión, la riqueza, la edad, el sexo, el idioma, la educación, etc.
La comunidad de los discípulos y discípulas de Jesús tendría que ser una señal en el mundo para un camino de comunión e igualdad entre todos, valorizando la diversidad como elemento de riqueza común, y no de discriminación.
Pero también la comunidad cristiana está tentada de división, considerando los méritos, cargos y tareas de algunos como motivo de privilegio y separación.
Estos peligros ilumina la parábola del evangelio San Mateo 19, 30 – 20, 16:
Jesús dijo a sus discípulos:
«Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
«Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo", Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado".
Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?"
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
En el lenguaje simbólico de la parábola,
la viña es la humanidad. A esta viña están invitados a trabajar los jornaleros que contratan su sueldo por un día entero de trabajo.
la viña es la humanidad. A esta viña están invitados a trabajar los jornaleros que contratan su sueldo por un día entero de trabajo.
En distintas horas del día sale el dueño de la viña para invitar a otros nuevos obreros. Es impresionante el lamento triste y doloroso de los trabajadores invitados a la última hora del día: “Nadie nos ha contratado”, y van a trabajar por lo que queda del día sin negociar ningún sueldo.
El pago al final del día, igual para todos,
respeta y cumple con los acuerdos iniciales, pero no tiene en cuenta la diversidad de los trabajadores, algunos de los cuales han trabajado muchas más horas que otros. Y aquí está la enseñanza de la parábola.
respeta y cumple con los acuerdos iniciales, pero no tiene en cuenta la diversidad de los trabajadores, algunos de los cuales han trabajado muchas más horas que otros. Y aquí está la enseñanza de la parábola.
Nuestra vocación a trabajar para hacer de la humanidad la familia feliz de los hijos e hijas de Dios es gratuita. No es una recompensa por los méritos, ni produce méritos. Gastar la vida en el servicio a los demás, trabajando en la viña del mundo, no da derecho a privilegios o separación, sino que realiza lo que cada uno está llamado a hacer, siguiendo a alguien que lo hizo primero, Jesús. La llamada es gratuita, y la respuesta también, y un mismo sueldo para todos, independientemente de las horas, de la cantidad de trabajo y de las tareas realizadas para la comunidad.
Esto puede despertar el descontento y la molestia de algunos, que se sienten más merecedores que otros, y pretenden un reconocimiento diferente. Nos cuesta pensar en esta igualdad radical, porque muchas veces en la misma comunidad repetimos los criterios de la sociedad en que vivimos. La justicia de Dios, en cambio, es desconcertante. Él da lo justo y mucho más, gratuitamente. Es “injusto”, de un punto de vista humano. La lógica de Dios no es la lógica de los hombres.
Podemos tener la tentación de abusar de un Dios así, o podemos intentar imitarlo, como hijos e hijas que reproducen en sí mismos los rasgos del Padre.
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COMENTARIO : Nuestra Señora Virgen de los Dolores 15 de Septiembre
"Con los crucificados de hoy"
Celebrar María al pie de la cruz es una oportunidad de visualizar que la vida y la muerte no son realidades separadas, sino que van unidas como la noche y el amanecer. Un ejemplo de esta dualidad es que a los pies de Jesús agonizando, se ensancha la maternidad de María, cuando acoge a Juan y a todos nosotros como hijos. El amor maternal se hace universal en medio del sufrimiento. Tenemos tantas experiencias en que hemos visto que desde el dolor profundo surge la vida. María acompaña a su hijo Jesús en la cruz y recibe a su hijo muerto en los brazos. Me imagino el dolor de ella en esos momentos. Sin embargo, la historia no termina ahí. Jesús resucita para darnos vida en abundancia y María recibe la gracia para acompañar el nacimiento de la Iglesia.
Siento en esta fiesta de la madre de los dolores, una oportunidad de celebrar el amor valiente de María, que no le "hace el quite al dolor". En ella tenemos un ejemplo, un llamado y una guía para acompañar con valentía los dolores de hoy.
Al mismo tiempo, podemos reconocer con esperanza a tantas María que viven la muerte–vida permanentemente: las que tengo más cerca, las mujeres que viven aquí en Koinomadelfia, criando y consolando niños que les ha tocado cargar una cruz a temprana edad; también en las madres que permanecen al pie de la cruz, viendo a sus hijos que van muriendo lentamente por la droga; las que les nace un hijo enfermo y deben darle cuidados paliativos, las que tienen un hijo con cáncer; las que les nace un hijo con piel de cristal, niños que hasta comer les duele; las madres de los detenidos desaparecidos, quienes no han podido cerrar el duelo porque aún buscan sus cuerpos, y tantas otras... Ellas son las María de hoy. Mujeres que viven la esperanza, porque presienten que en la muerte, misteriosamente, hay resurrección y vida...
Lo hemos visto en estos días, en Chile, después del accidente de avión en la Isla Juan Fernández, donde mueren 21 personas que viajaban a solidarizar con las víctimas del Tsunami. Sus muertes nos dejaron un mensaje de vida, amor y solidaridad. Ellos murieron, pero con su muerte sembraron vida...
Termino con las palabras que me han resonado profundamente en estos días, del poeta Gonzalo Rojas: "Del aire soy, del aire, como todo mortal, del gran vuelo terrible y estoy aquí de paso a las estrellas, pero vuelvo a decirte que los hombres estamos ya tan cerca los unos de los otros, que sería un error, si el estallido mismo es un error, que sería un error el que no nos amáramos".
Mónica, El Abrazo de Maipú – Chile.
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¿Cuántas veces tendré que perdonar?
Creo, en relación al evangelio del domingo sobre “Cuántas veces tengo que perdonar”, que el perdón es divino: perdonar de verdad, de corazón, no de boca para afuera. Ese perdón verdadero sólo lo haremos con la ayuda del Señor, que ha iluminado nuestros corazones y ha logrado que el perdón se manifieste en nosotros. El perdón es un proceso de asimilación, de maduración espiritual, al cual llegamos cultivando nuestra vida espiritual, a través de la palabra del Señor.
Fernando, Oruro – Bolivia
* * *
Me da miedo usar la palabra “perdón”. Sé que es necesario, para liberarme de cualquier forma de odio, resentimiento, instinto de venganza, porque todo esto me daña a mí mismo y envenena mi corazón. Es un proceso a veces muy doloroso. Pero creo que en el mismo tiempo tengo que impedir que siga el mal, que una persona siga dañándome a mí y a la sociedad. Tengo que poner un límite no al perdón, sino al mal. Y además, sin considerarlo una venganza, tengo que exigir que el mal sea reparado, cuando es posible. Claro que no se repara una muerte. Pero hay muchas cosas que se pueden reparar y cumplir con la justicia. En esto no se tiene que tener indulgencia.
Pedro, Cochabamba – Bolivia
FOTO Sábado 10 de Septiembre
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