"ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS"

viernes, 2 de septiembre de 2011

"SI TU HERMAN@ TE OFENDE"




Querido/a Amigo/a:
Envío el breve comentario sobre el evangelio de este domingo: "SI TU HERMANO TE OFENDE". Como siempre, es sólo una sugerencia inicial, para que se pueda elaborar un comentario colectivo, con la experiencia y la reflexión de cada uno. Cada uno puede intervenir y aportar, si quiere y cuando quiere, sus opiniones y reflexiones, que serán enviadas luego a todo el grupo.
Mas ABAJO, un aporte-retorno sobre el evangelio del domingo pasado:
"VE DETRAS DE MI".
Un abrazo.
Bernardino
bernardinozanella775@hotmail.com


     Lectio:  Domingo 22 del Tiempo Ordinario - Ciclo A                        04 de Septiembre  

       "Si tu herman@ te ofende".         

Uno de los sentimientos humanos...
más profundos e instintivos, es el deseo de venganza, cuando consideramos, con o sin razón, que hemos sido ofendidos, personalmente, o el grupo al que pertenecemos.
A veces en la Biblia se le atribuye al mismo Dios el espíritu de venganza, para castigar en Israel las transgresiones a su Ley, y en los pueblos paganos las violencias contra Israel.
Más propiamente, la Biblia reivindica sólo para Dios el poder de la venganza, para liberar el corazón del hombre de la voluntad de vengarse por su propia cuenta, por una ofensa o una injusticia recibida: “Mía es la venganza; yo daré lo merecido”.
También la ley del talión del “ojo por ojo, diente por diente” ha querido limitar la reacción violenta del que se considera ofendido: su venganza no puede producir un mal mayor que la ofensa recibida. Si te han sacado un ojo o un diente, tú puedes sacarle un ojo o un diente a tu adversario, pero no más que eso. No puedes sacarle los dos ojos, o matarlo.
La idea de un Dios justiciero, que toma venganza de todas las ofensas, está profundamente enraizada en la conciencia religiosa. Los males que nos llegan, a veces por nuestros errores o limitaciones, son fácilmente interpretados como castigo de Dios: un Dios que mide todas tus acciones con los criterios de la justicia humana.
Jesús nos propone otra imagen de Dios: un Dios que es Padre. Y como hijos e hijas de un padre tan misericordioso, Jesús nos enseña a no responder al mal con el mal, a romper la cadena de la venganza y trabajar por la reconciliación, la justicia y la paz, aunque esta opción parezca históricamente perdedora. La comunidad cristiana tendría que ser un modelo de perdón y corrección fraterna en las relaciones interpersonales de sus miembros.


  Nos dice el evangelio de san Mateo 18, 15-20: 

Jesús dijo a sus discípulos:
Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.


Vemos en este texto...
a dos miembros de la comunidad: uno que ha ofendido y otro que ha sido ofendido. La ofensa es un mal que hay que eliminar, porque daña a las personas y a la comunidad, y podría despertar el deseo de venganza. El evangelio de Mateo nos propone los pasos conocidos por la tradición. El que ha sido ofendido no tiene que esperar que el ofensor se arrepienta y pida perdón. Y menos puede pensar en la venganza. Tiene que ofrecerle su perdón y corregir al hermano: será la manera de intentar ganarlo y reconducirlo a la comunidad.
Si el autor de la ofensa no reconoce su falta, otros miembros de la comunidad podrán hablarle y ser testigos de su error. Y si no los escucha, finalmente será la comunidad que tratará de hacerle reconocer el mal hecho. La comunidad tendrá que ayudar al hermano a soltarse de su culpa y experimentar el don del perdón y de la reconciliación.
Frente a la posible indisponibilidad del hermano, Jesús dice: “Considéralo como pagano y publicano”.

¿Qué significa eso?

Jesús ha venido justamente para los pecadores, los enfermos, los excluidos. Si tu hermano sigue en el error, él mismo se separa de la comunidad, pero tú ámalo más. Puedes ganarle sólo con el amor, un amor que te llevará a orar por él, con una oración comunitaria que será irresistible frente al Padre. Lo que da fuerza y eficacia a la oración de la comunidad es el nombre de Jesús, apelando a él. Él está en medio de los hermanos que quieren ser testigos e instrumentos de su misericordia.

  Comentario  DEL PASADO DOMINGO                                           OSM  2011  

                                                   "Ve detrás de mí"          

Reconocer que Jesucristo se entrega por mí, para salvarme y como discípula no puedo tener una vida distinta a la que Él tuvo en la tierra, y a nosotros también, nos aparecen, en nuestra vida esos Pedros, que tratan de sacarnos del camino, para que pensemos y actuemos como lo hace el mundo. Jesucristo es que me da la verdadera libertad, haciéndome libre en mis decisiones, sin temor al que dirán o si pienso distinto al resto. Al igual que Jesucristo debemos estar siempre alerta, para que nada ni nadie nos aparte del camino, de seguirlo a Él a pesar de las tribulaciones, pues Él se encargará de vendar nuestras heridas y robustecernos en nuestra fe, como hijas /os suyos/as que somos, teniendo siempre puesta la mirada en el cielo, a pesar de todo, ya que esa es nuestra patria definitiva. Es el abandonarse en las manos del Padre y Él se encargará de todo.

María Teresa, Santiago – Chile
* * *
¿Cuántas veces hemos actuado o actuamos como Pedro? Jesús, no te crucifiques, no vale la pena por este mundo en que estamos viviendo. Nadie te conoce, o nadie te quiere conocer o reconocer en su prójimo. O mejor, Jesús, bajémonos de este mundo. No es el tuyo ni el mío... Ya no tiene caso luchar... Hagamos nuestro propio reino de gloria, y olvidémonos del resto.
¡Es lo que estamos viviendo! ¿O no?
Pero resulta que Cristo ya donó su vida por nosotros. ¡Ya pasó por el dolor de la pasión y muerte en cruz! Y nosotros como católicos, ahora que estamos en un momento de nuestra Iglesia tan doloroso, ahora que estamos viviendo momentos tan dolorosos y que nos piden acción en nuestra tierra... ¿Qué estamos haciendo?
Yo por lo menos, no quiero estar pasiva, sin hacer nada para que la sociedad en que estamos viviendo, y la sociedad de mi hija y de mis futuros nietos, sea mejor a esta presente. Donde la mayoría de nuestros hijos y nietos tengan la oportunidad de una educación básica de calidad, y que no tengan que estar pagando por ella (educación universitaria) la mitad de su vida. Donde los intereses de los gobernantes, no sean sólo los de la glorificación propia, sin el interés real por los ciudadanos que los eligieron.
Seguramente es una utopía... ¡pero Cristo no es una utopía! El amor que nos tiene no es inalcanzable. Sólo hay que abrirle la puerta, y seguirlo, en todo aquello que significa eso. El nos pide ser radicales en nuestro actuar, como él lo fue. Para salvación de nuestro pellejo... ¿seremos capaces realmente de seguirlo hasta el final? ¡Ojala! Prefiero que cuando me pare frente al él, en el ùltimo día, me rete por alegar mucho y ser metida, que por haber sido mediocre y cobarde.

Lorena, Santiago – Chile




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